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#227 El Tarn de Hugh Walpole

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El Tarn es un relato de terror del escritor británico Hugh Walpole (1884-1941), publicado originalmente en la edición de octubre de 1923 de la revista Success, y luego reeditado en numerosas antologías, entre ellas: La gorra negra; El espino plateado; Un siglo de historias de fantasmas y Fantasmas en aldeas rurales. El Tarn, uno de los mejores cuentos de Hugh Walpole, relata la historia de Foster, un escritor que visita a un viejo conocido, Fenwick, en su remota casa en el Distrito de los Lagos. Ha oído que Fenwick le guarda rencor y está ansioso por arreglar las cosas. Pero Fenwick no está de humor para hacer las paces; de hecho, en las apacibles aguas del Tarn se entrega a voluptuosas fantasías, como retorcer lentamente el cuello de Foster. ¡¡¡¡¡¡SPOILERS!!!!!! En la superficie, El Tarn de Hugh Walpole es una brillante historia de celos [en este caso, literarios] y venganza, pero debajo hay más, mucho más. Fenwick, el protagonista, es autor de una novela que ha fracasado rotundamente, mientras que su amigo, Foster, escribió una basura sentimental que resultó ser un éxito. Desde ese momento, Fenwick fantasea con asesinar al despreocupado Foster, a quien culpa de su propio fracaso. Con la intención de reconciliarse [y acaso para regodearse en su victoria], Foster se invita a sí mismo a la casa de Fenwick en el Distrito de los Lagos ingleses, donde se presenta con un falso sentido de la modestia, admitiendo, claro, que tiene algo de talento, «pero no tanto como dice la gente», antes de jactarse de sus premios literarios, sus viajes a Italia y Grecia, y sus ganancias [«Por supuesto, cien libras no es mucho»]. Fenwick lo soporta en silencio, aparentando cierta amistad y receptividad, pero en secreto piensa «en lo agradable que sería hundir los ojos de Foster en su cabeza, muy, muy profundo, haciéndolos crujir, dejando las cuencas vacías, abiertas y ensangrentadas». En este contexto, Fenwick invita a Foster a dar un paseo por un Tarn: un pequeño pero profundo lago en la base de una colina [el término deriva del escandinavo tjörn, el cual describe un pequeño lago de montaña sin afluentes visibles.]. Allí, por fin, Fenwick consuma su venganza al estilo de Edgar Allan Poe. De hecho, Fenwick y Foster bien podrían ser sustitutos de Montresor y Fortunato de El barril de Amontillado. Al igual que Montresor, Fenwick solo busca reparar lo que él considera un agravio: el éxito de Foster. El tercer personaje de este notable relato de Hugh Walpole es el Tarn, este pequeño pero profundo lago en el regazo de una colina. Es un lugar remoto, y de algún modo parece ejercer una influencia nefasta en Fenwick, como si presionara en su resentimiento para darle ese empujón necesario para pasar de la fantasía a realmente asesinar a Foster: [«¿Sabes por qué amo este lugar, Foster? Parece pertenecerme especialmente, tanto como tu gloria y fama y éxito parecen pertenecerte a ti. Yo tengo esto y tu tienes aquello. Quizás al final estemos a mano después de todo.»] Fenwick lleva a Foster hacia un embarcadero y lo ahoga en las sombras del profundo Tarn. De camino a casa, cree que alguien [o algo] lo sigue; incluso cree que su misterioso perseguidor podría ser el propio Tarn «resbalando, deslizándose por el camino». Esto no lo perturba demasiado. Después de todo, Fenwick es un hombre solitario que disfruta pasar el tiempo en el Tarn, pero no encuentra paz esa noche. A la madrugada, el Tarn parece manifestarse en su propio dormitorio, inundándolo, arrastrándolo hacia abajo y, finalmente, ahogándolo. Por la mañana, la criada descubre el cuerpo de Fenwick y una simple jarra de agua volcada. El Tarn de Hugh Walpole es un cuento muy bien logrado. Hace lo que hace de una manera clásica, y lo hace muy bien, con un estilo elegante y evocador, sobre todo en cuanto a la ambientación y la descripción de los pensamientos homicidas de Fenwick. Lo más desconcertante aquí es el Tarn, que en cierto modo es como el Genius Loci de Clark Ashton Smith; es decir, un egregore o espíritu elemental que presiona sobre las debilidades mentales de su víctima, en este caso, el resentimiento de Fenwick [ver: Los Tulpas y el Horror: nos acecha lo que pensamos]. La manifestación final del Tarn, además de ser innovadora, acaso simboliza el arrepentimiento [no reconocido] de Fenwick por haber asesinado a su único amigo. En cierto modo, la escena final de El Tarn parece ser intencionalmente una versión sobrenatural del final de El corazón delator. En este sentido, hay que decir que Hugh Walpole era un escritor familiarizado con la fama, moviéndose en los mismos círculos que Henry James y Joseph Conrad; por lo que es probable que también haya estado familiarizado con los celos de Fenwick. La mayoría de los relatos de Hugh Walpole poseen elementos autobiográficos, por ejemplo, el protagonista suele ser un escritor con una relación conflictiva con un colega. Por supuesto, lo sobrenatural siempre está presente [en este caso, en la figura incierta del Tarn], pero debajo siempre hay un entramado de sutilezas psicológicas en la relación entre dos hombres que, además, son escritores. Este escenario de aislamiento entre dos hombres también está presente en Señora Lunt (Mrs. Lunt), así como los sentimientos conflictivos entre dos hombres, acaso inspirados en las intensas [aunque discretas] relaciones sentimentales de Hugh Walpole con otros escritores. Esto, creo, es lo que constituye buena parte de la corriente subyacente de tristeza y añoranza en los relatos de Hugh Walpole. El Tarn, sus insondables profundidades reprimidas que emergen de repente, claramente resuenan en la homosexualidad de Hugh Walpole en una época en la que serlo era ilegal. [«Detrás de ese escarpado pico enorme, negro, como si tuviera un instinto de poder voluntario, alzó la cabeza. Cada vez más inmóvil en estatura, la forma siniestra se elevó entre las estrellas y yo, y aún así, porque eso parecía, con un propósito propio y un movimiento medido, como un ser vivo, y caminó tras de mí.»] La cita anterior no es de Hugh Walpole, sino de William Wordsworth, el cual versifica una epifanía mientras rema a través de un lago y percibe el paisaje imbuido de una misteriosa vida propia, tangible, pero incomprensible, enfatizando su propia insignificancia como ser humano ante la naturaleza; aunque bien podría tratarse de una descripción de Fenwick de los horrores manifestados por el Tarn. Pero Wordsworth, en vez de asesinar a alguien, se sintió transformado por esta extraña experiencia: [«Durante muchos días mi cerebro funcionó con un vago e indeterminado sentido. Sobre mis pensamientos colgaba una oscuridad, llámese soledad o abandono. No quedaron imágenes agradables de árboles, del mar o del cielo, ni colores de campos verdes; sino formas enormes y poderosas que no viven como los hombres; se movían lentamente a través de mi mente durante el día, y eran un problema para mis sueños.»] Fenwick, el protagonista de El Tarn, no menciona a Wordsworth, pero sería difícil creer que un autor británico no estuviese familiarizado con sus escritos, sobre todo porque Fenwick se ha enclaustrado en el Distrito de los Lagos, en una casa cerca de Ullswater, y parece ser el tipo de hombre que, a pesar de repudiarlos, volvería a los escritores románticos para reflexionar sobre los fracasos de su vida. La influencia de Wordsworth en El Tarn también está presente en la forma en que Fenwick percibe el paisaje [las nubes son «ejércitos fantasmales», las colinas detrás de Ullswater se extienden sobre el «pecho de las llanuras»]. A pesar de todos sus intentos de sofisticación urbana, Fenwick está enamorado de ese paisaje, de «esas curvas, líneas y huecos», y constantemente lo personifica, como cuando menciona las «nubladas colinas púrpura, encorvadas como mantas sobre las rodillas de un gigante yacente». Foster, mucho más insensible, también percibe esa presencia, pero desde otra constitución emocional y psicológica. Para él, las colinas solo son extrañas en el crepúsculo, «como hombres vivos». Donde Fenwick ve belleza, Foster ve una amenaza, aunque no puede articularla claramente. Hay una sutil alusión al cuento de hadas en El Tarn de Hugh Walpole, más precisamente a la historia del ratón de campo y el ratón de ciudad [ver: Los cuentos de hadas y una Teoría sobre la Imaginación]. En este sentido, Foster es el sofisticado ratón de ciudad que sabe cómo jugar el juego, mientras que Fenwick es el ingenuo ratón de campo que cree que la vida se rige por méritos y esfuerzo. No es casual que Fenwick se haya exiliado en el Distrito de los Lagos y viva en una relativa penuria; menos aun que experimente algo de comodidad mental en el aislamiento físico y cultural. Después de todo, codearse con otros escritores en Londres solo le recordaría su fracaso. La psicología de toda la situación planteada en El Tarn es intrigante. Según Fenwick, su fracaso es totalmente atribuible a Foster. De alguna manera, éste último siempre ha logrado superar a Fenwick, tomando la dirección de una revista aquí, logrando que su novela sea mejor recibida por la crítica [y publicándola en la misma semana que la de Fenwick]. Al mismo tiempo, la exagerada admiración de Foster por el trabajo de Fenwick no parece del todo sincera; de hecho, parece motivada por el deseo de ser admirado él mismo por alguien que evidentemente lo detesta [«odiaba que alguien pensara mal de él; quería que todos fueran sus amigos»]. De los dos hombres, Fenwick es el más emocionalmente consciente de su Sombra Jungiana. Reconoce la intensidad de su odio por Foster y que no es seguro que se encuentren, es decir, no confía en ser capaz de controlar sus impulsos homicidas. En cuanto a si realmente no quiere amigos, como él afirma, es menos claro. Tengo la sensación de son dos personas profundamente diferentes, pero igualmente vulnerables, que bien podrían haber sido amigos en diferentes circunstancias [ver: Freud, el Hombre de Arena, y una teoría sobre el Horror] El vínculo de Fenwick con el Tarn es tal que afirma: «un día me imagino que también me tomará en su confianza y me susurrará sus secretos», mientras que Foster ni siquiera sabe qué es un Tarn, y cuando lo ve solo lo describe como «muy agradable» y «muy bonito. Esta falta de apreciación es significativa. A pesar de su deseo de amistad [auténtico o fingido], Fostr realmente tiene poca idea de lo que mueve a Fenwick. Por otro lado, no hay indicios de que Fenwick planeara asesinar a Foster cuando sugiere que den un paseo nocturno hasta el Tarn, aunque no hay duda de que alberga pensamientos y fantasías violentas. Sin embargo, los pensamientos y las fantasías están lejos de la acción, sobre todo en alguien que ha intentado mantenerse alejado, incluso físicamente, de la fuente de esa violencia. Uno inmediatamente relaciona al Tarn con el Genius Loci, pero la historia de Clark Ashton Smith establece una relación causal distinta, aunque ligeramente complicada, entre el lugar y la persona [ver: Genius Loci: el espíritu del lugar]. Incluso en Los Sauces ('The Willows), de Algernon Blackwood, se insinúa una especie poder sobrenatural detrás de los eventos [ver: La Llamada de lo Salvaje]. La historia de Hugh Walpole es mucho más ambigua. Por un lado, puede ser que la obsesión de Fenwick con Foster lo impulse a asesinarlo en el Tarn, justo cuando este último confiesa su miedo al agua y relata una experiencia infantil traumática, en la que unos muchachos mayores casi lo ahogan. Es decir, no hay indicios de que Fenwick supiera esto antes de sugerir el paseo al Tarn. Sin embargo, sus fantasías sobre Foster constantemente implican una una acción física directa. Hugh Walpole es ambiguo incluso en el modus operandi del crimen. Fenwick primero pone sus manos alrededor del cuello de Foster, y luego lo empuja al agua. ¿Cómo funciona esto exactamente? En cualquier caso, una vez cometido el crimen, Fenwick es «consciente de un alivio cálido y lujoso, un sentimiento sensual que no era pensado en absoluto». Rodeado por un silencio que adquiere atributos humanos, Fenwick parece estar en comunión con el propio Tarn [«miró fijamente a Fenwick a la cara con aprobación»]. El Tarn se ha convertido en «el único amigo que tenía en todo el mundo». Hasta se podría decir que es la soledad lo que lo ha vuelto loco: [«Tuvo la más extraña fantasía, pero su cerebro latía tan ferozmente que no podía pensar: que era el Tarn el que lo estaba siguiendo, el Tarn resbalando, deslizándose a lo largo del camino, estando con él para que no se sintiera solo.»] A partir de entonces, todo alrededor de Fenwick, cada sonido, insinúa culpabilidad y remordimiento. El clic de la puerta de su dormitorio al cerrarse sugiere el sonido metálico de una celda que se cierra. Sus sentidos se están derrumbando. Dos candelabros le recuerdan la voz de Foster, «lloriqueando con su miserable lamento centelleante». Luego, finalmente, al despertar en la noche, encuentra que su habitación se llena silenciosamente de agua. ¿Qué es lo que lo sujeta del tobillo, luego de los muslos, finalmente presionando sus globos oculares? ¿Acaso al ahogarse uno siente como si estuviera siendo estrangulado o ahorcado? ¿Esto tiene que ver con las manos de Fenwick alrededor del cuello de Foster antes de arrojarlo al Tarn? Si no fuera por Annie, la criada, que al parecer se refiere a los dos hombres, uno podría preguntarse si Foster realmente existe; o Fenwick, para el caso. El hecho de que ambos nombres empiecen con la misma letra, junto con la naturaleza intensamente antitética de los dos hombres, sugiere la escisión de un personaje en dos en algún momento [tal vez antes del inicio de la historia] y, de hecho, podría explicar la insondable sensación de soledad de Fenwick después del [aparente] asesinato. El final de El Tarn de Hugh Walpole abre una nueva línea de especulación sobre el punto de vista de la historia. Todo el tiempo se asume que es el de Fenwick, pero en la sección final algo más entra en juego. De hecho, ¿qué hacer con esa última línea?: «En la brisa, una ramita de hiedra golpeó ociosamente contra el cristal de la ventana. Era una hermosa mañana.» Una imagen tan común y, sin embargo, tan extrañamente amenazante. Al final, no sabemos más que al comienzo de la historia. Lo que parecía seguro se ha visto socavado. De hecho, cuanto más de cerca se examina la historia, más frágil se vuelve. Lo que inicialmente parecía tener sentido ya no encaja del todo, pero no está claro por qué podría ser así. Y ahí, en ese hueco donde las cosas no terminan de tener sentido, reside la exquisita rareza de El Tarn. Lo que parece tan ordinario, tan sencillo, se vuelve cada vez más extraño a medida que uno profundiza en ello. Lo cual nos lleva de vuelta a Wordsworth, tal vez, y esas «formas enormes y poderosas que no viven como los hombres» [ver: Tulpas, Seres Interdimensionales y una teoría sobre el Horror] Análisis de: El Espejo Gótico http://elespejogotico.blogspot.com/2022/03/el-tarn-hugh-walpole-relato-y-analisis.html Texto del relato extraído de: http://elespejogotico.blogspot.com/2022/03/el-tarn-hugh-walpole-relato-y-analisis.html Musicas: - 01. PGM Misterio Autor: Antonio Muñoz Guirado en colaboración con Jim Bryan y Brendan Brown - Cedida en exclusiva para este programa de Relatos de Misterio y Suspense. -02. Música de terror (sin copyright) - Creepypasta Aftermaths. Nota: Este audio no se realiza con fines comerciales ni lucrativos. Es de difusión enteramente gratuita e intenta dar a conocer tanto a los escritores de los relatos y cuentos como a los autores de las músicas. Escucha el episodio completo en la app de iVoox, o descubre todo el catálogo de iVoox Originals
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El Tarn es un relato de terror del escritor británico Hugh Walpole (1884-1941), publicado originalmente en la edición de octubre de 1923 de la revista Success, y luego reeditado en numerosas antologías, entre ellas: La gorra negra; El espino plateado; Un siglo de historias de fantasmas y Fantasmas en aldeas rurales. El Tarn, uno de los mejores cuentos de Hugh Walpole, relata la historia de Foster, un escritor que visita a un viejo conocido, Fenwick, en su remota casa en el Distrito de los Lagos. Ha oído que Fenwick le guarda rencor y está ansioso por arreglar las cosas. Pero Fenwick no está de humor para hacer las paces; de hecho, en las apacibles aguas del Tarn se entrega a voluptuosas fantasías, como retorcer lentamente el cuello de Foster. ¡¡¡¡¡¡SPOILERS!!!!!! En la superficie, El Tarn de Hugh Walpole es una brillante historia de celos [en este caso, literarios] y venganza, pero debajo hay más, mucho más. Fenwick, el protagonista, es autor de una novela que ha fracasado rotundamente, mientras que su amigo, Foster, escribió una basura sentimental que resultó ser un éxito. Desde ese momento, Fenwick fantasea con asesinar al despreocupado Foster, a quien culpa de su propio fracaso. Con la intención de reconciliarse [y acaso para regodearse en su victoria], Foster se invita a sí mismo a la casa de Fenwick en el Distrito de los Lagos ingleses, donde se presenta con un falso sentido de la modestia, admitiendo, claro, que tiene algo de talento, «pero no tanto como dice la gente», antes de jactarse de sus premios literarios, sus viajes a Italia y Grecia, y sus ganancias [«Por supuesto, cien libras no es mucho»]. Fenwick lo soporta en silencio, aparentando cierta amistad y receptividad, pero en secreto piensa «en lo agradable que sería hundir los ojos de Foster en su cabeza, muy, muy profundo, haciéndolos crujir, dejando las cuencas vacías, abiertas y ensangrentadas». En este contexto, Fenwick invita a Foster a dar un paseo por un Tarn: un pequeño pero profundo lago en la base de una colina [el término deriva del escandinavo tjörn, el cual describe un pequeño lago de montaña sin afluentes visibles.]. Allí, por fin, Fenwick consuma su venganza al estilo de Edgar Allan Poe. De hecho, Fenwick y Foster bien podrían ser sustitutos de Montresor y Fortunato de El barril de Amontillado. Al igual que Montresor, Fenwick solo busca reparar lo que él considera un agravio: el éxito de Foster. El tercer personaje de este notable relato de Hugh Walpole es el Tarn, este pequeño pero profundo lago en el regazo de una colina. Es un lugar remoto, y de algún modo parece ejercer una influencia nefasta en Fenwick, como si presionara en su resentimiento para darle ese empujón necesario para pasar de la fantasía a realmente asesinar a Foster: [«¿Sabes por qué amo este lugar, Foster? Parece pertenecerme especialmente, tanto como tu gloria y fama y éxito parecen pertenecerte a ti. Yo tengo esto y tu tienes aquello. Quizás al final estemos a mano después de todo.»] Fenwick lleva a Foster hacia un embarcadero y lo ahoga en las sombras del profundo Tarn. De camino a casa, cree que alguien [o algo] lo sigue; incluso cree que su misterioso perseguidor podría ser el propio Tarn «resbalando, deslizándose por el camino». Esto no lo perturba demasiado. Después de todo, Fenwick es un hombre solitario que disfruta pasar el tiempo en el Tarn, pero no encuentra paz esa noche. A la madrugada, el Tarn parece manifestarse en su propio dormitorio, inundándolo, arrastrándolo hacia abajo y, finalmente, ahogándolo. Por la mañana, la criada descubre el cuerpo de Fenwick y una simple jarra de agua volcada. El Tarn de Hugh Walpole es un cuento muy bien logrado. Hace lo que hace de una manera clásica, y lo hace muy bien, con un estilo elegante y evocador, sobre todo en cuanto a la ambientación y la descripción de los pensamientos homicidas de Fenwick. Lo más desconcertante aquí es el Tarn, que en cierto modo es como el Genius Loci de Clark Ashton Smith; es decir, un egregore o espíritu elemental que presiona sobre las debilidades mentales de su víctima, en este caso, el resentimiento de Fenwick [ver: Los Tulpas y el Horror: nos acecha lo que pensamos]. La manifestación final del Tarn, además de ser innovadora, acaso simboliza el arrepentimiento [no reconocido] de Fenwick por haber asesinado a su único amigo. En cierto modo, la escena final de El Tarn parece ser intencionalmente una versión sobrenatural del final de El corazón delator. En este sentido, hay que decir que Hugh Walpole era un escritor familiarizado con la fama, moviéndose en los mismos círculos que Henry James y Joseph Conrad; por lo que es probable que también haya estado familiarizado con los celos de Fenwick. La mayoría de los relatos de Hugh Walpole poseen elementos autobiográficos, por ejemplo, el protagonista suele ser un escritor con una relación conflictiva con un colega. Por supuesto, lo sobrenatural siempre está presente [en este caso, en la figura incierta del Tarn], pero debajo siempre hay un entramado de sutilezas psicológicas en la relación entre dos hombres que, además, son escritores. Este escenario de aislamiento entre dos hombres también está presente en Señora Lunt (Mrs. Lunt), así como los sentimientos conflictivos entre dos hombres, acaso inspirados en las intensas [aunque discretas] relaciones sentimentales de Hugh Walpole con otros escritores. Esto, creo, es lo que constituye buena parte de la corriente subyacente de tristeza y añoranza en los relatos de Hugh Walpole. El Tarn, sus insondables profundidades reprimidas que emergen de repente, claramente resuenan en la homosexualidad de Hugh Walpole en una época en la que serlo era ilegal. [«Detrás de ese escarpado pico enorme, negro, como si tuviera un instinto de poder voluntario, alzó la cabeza. Cada vez más inmóvil en estatura, la forma siniestra se elevó entre las estrellas y yo, y aún así, porque eso parecía, con un propósito propio y un movimiento medido, como un ser vivo, y caminó tras de mí.»] La cita anterior no es de Hugh Walpole, sino de William Wordsworth, el cual versifica una epifanía mientras rema a través de un lago y percibe el paisaje imbuido de una misteriosa vida propia, tangible, pero incomprensible, enfatizando su propia insignificancia como ser humano ante la naturaleza; aunque bien podría tratarse de una descripción de Fenwick de los horrores manifestados por el Tarn. Pero Wordsworth, en vez de asesinar a alguien, se sintió transformado por esta extraña experiencia: [«Durante muchos días mi cerebro funcionó con un vago e indeterminado sentido. Sobre mis pensamientos colgaba una oscuridad, llámese soledad o abandono. No quedaron imágenes agradables de árboles, del mar o del cielo, ni colores de campos verdes; sino formas enormes y poderosas que no viven como los hombres; se movían lentamente a través de mi mente durante el día, y eran un problema para mis sueños.»] Fenwick, el protagonista de El Tarn, no menciona a Wordsworth, pero sería difícil creer que un autor británico no estuviese familiarizado con sus escritos, sobre todo porque Fenwick se ha enclaustrado en el Distrito de los Lagos, en una casa cerca de Ullswater, y parece ser el tipo de hombre que, a pesar de repudiarlos, volvería a los escritores románticos para reflexionar sobre los fracasos de su vida. La influencia de Wordsworth en El Tarn también está presente en la forma en que Fenwick percibe el paisaje [las nubes son «ejércitos fantasmales», las colinas detrás de Ullswater se extienden sobre el «pecho de las llanuras»]. A pesar de todos sus intentos de sofisticación urbana, Fenwick está enamorado de ese paisaje, de «esas curvas, líneas y huecos», y constantemente lo personifica, como cuando menciona las «nubladas colinas púrpura, encorvadas como mantas sobre las rodillas de un gigante yacente». Foster, mucho más insensible, también percibe esa presencia, pero desde otra constitución emocional y psicológica. Para él, las colinas solo son extrañas en el crepúsculo, «como hombres vivos». Donde Fenwick ve belleza, Foster ve una amenaza, aunque no puede articularla claramente. Hay una sutil alusión al cuento de hadas en El Tarn de Hugh Walpole, más precisamente a la historia del ratón de campo y el ratón de ciudad [ver: Los cuentos de hadas y una Teoría sobre la Imaginación]. En este sentido, Foster es el sofisticado ratón de ciudad que sabe cómo jugar el juego, mientras que Fenwick es el ingenuo ratón de campo que cree que la vida se rige por méritos y esfuerzo. No es casual que Fenwick se haya exiliado en el Distrito de los Lagos y viva en una relativa penuria; menos aun que experimente algo de comodidad mental en el aislamiento físico y cultural. Después de todo, codearse con otros escritores en Londres solo le recordaría su fracaso. La psicología de toda la situación planteada en El Tarn es intrigante. Según Fenwick, su fracaso es totalmente atribuible a Foster. De alguna manera, éste último siempre ha logrado superar a Fenwick, tomando la dirección de una revista aquí, logrando que su novela sea mejor recibida por la crítica [y publicándola en la misma semana que la de Fenwick]. Al mismo tiempo, la exagerada admiración de Foster por el trabajo de Fenwick no parece del todo sincera; de hecho, parece motivada por el deseo de ser admirado él mismo por alguien que evidentemente lo detesta [«odiaba que alguien pensara mal de él; quería que todos fueran sus amigos»]. De los dos hombres, Fenwick es el más emocionalmente consciente de su Sombra Jungiana. Reconoce la intensidad de su odio por Foster y que no es seguro que se encuentren, es decir, no confía en ser capaz de controlar sus impulsos homicidas. En cuanto a si realmente no quiere amigos, como él afirma, es menos claro. Tengo la sensación de son dos personas profundamente diferentes, pero igualmente vulnerables, que bien podrían haber sido amigos en diferentes circunstancias [ver: Freud, el Hombre de Arena, y una teoría sobre el Horror] El vínculo de Fenwick con el Tarn es tal que afirma: «un día me imagino que también me tomará en su confianza y me susurrará sus secretos», mientras que Foster ni siquiera sabe qué es un Tarn, y cuando lo ve solo lo describe como «muy agradable» y «muy bonito. Esta falta de apreciación es significativa. A pesar de su deseo de amistad [auténtico o fingido], Fostr realmente tiene poca idea de lo que mueve a Fenwick. Por otro lado, no hay indicios de que Fenwick planeara asesinar a Foster cuando sugiere que den un paseo nocturno hasta el Tarn, aunque no hay duda de que alberga pensamientos y fantasías violentas. Sin embargo, los pensamientos y las fantasías están lejos de la acción, sobre todo en alguien que ha intentado mantenerse alejado, incluso físicamente, de la fuente de esa violencia. Uno inmediatamente relaciona al Tarn con el Genius Loci, pero la historia de Clark Ashton Smith establece una relación causal distinta, aunque ligeramente complicada, entre el lugar y la persona [ver: Genius Loci: el espíritu del lugar]. Incluso en Los Sauces ('The Willows), de Algernon Blackwood, se insinúa una especie poder sobrenatural detrás de los eventos [ver: La Llamada de lo Salvaje]. La historia de Hugh Walpole es mucho más ambigua. Por un lado, puede ser que la obsesión de Fenwick con Foster lo impulse a asesinarlo en el Tarn, justo cuando este último confiesa su miedo al agua y relata una experiencia infantil traumática, en la que unos muchachos mayores casi lo ahogan. Es decir, no hay indicios de que Fenwick supiera esto antes de sugerir el paseo al Tarn. Sin embargo, sus fantasías sobre Foster constantemente implican una una acción física directa. Hugh Walpole es ambiguo incluso en el modus operandi del crimen. Fenwick primero pone sus manos alrededor del cuello de Foster, y luego lo empuja al agua. ¿Cómo funciona esto exactamente? En cualquier caso, una vez cometido el crimen, Fenwick es «consciente de un alivio cálido y lujoso, un sentimiento sensual que no era pensado en absoluto». Rodeado por un silencio que adquiere atributos humanos, Fenwick parece estar en comunión con el propio Tarn [«miró fijamente a Fenwick a la cara con aprobación»]. El Tarn se ha convertido en «el único amigo que tenía en todo el mundo». Hasta se podría decir que es la soledad lo que lo ha vuelto loco: [«Tuvo la más extraña fantasía, pero su cerebro latía tan ferozmente que no podía pensar: que era el Tarn el que lo estaba siguiendo, el Tarn resbalando, deslizándose a lo largo del camino, estando con él para que no se sintiera solo.»] A partir de entonces, todo alrededor de Fenwick, cada sonido, insinúa culpabilidad y remordimiento. El clic de la puerta de su dormitorio al cerrarse sugiere el sonido metálico de una celda que se cierra. Sus sentidos se están derrumbando. Dos candelabros le recuerdan la voz de Foster, «lloriqueando con su miserable lamento centelleante». Luego, finalmente, al despertar en la noche, encuentra que su habitación se llena silenciosamente de agua. ¿Qué es lo que lo sujeta del tobillo, luego de los muslos, finalmente presionando sus globos oculares? ¿Acaso al ahogarse uno siente como si estuviera siendo estrangulado o ahorcado? ¿Esto tiene que ver con las manos de Fenwick alrededor del cuello de Foster antes de arrojarlo al Tarn? Si no fuera por Annie, la criada, que al parecer se refiere a los dos hombres, uno podría preguntarse si Foster realmente existe; o Fenwick, para el caso. El hecho de que ambos nombres empiecen con la misma letra, junto con la naturaleza intensamente antitética de los dos hombres, sugiere la escisión de un personaje en dos en algún momento [tal vez antes del inicio de la historia] y, de hecho, podría explicar la insondable sensación de soledad de Fenwick después del [aparente] asesinato. El final de El Tarn de Hugh Walpole abre una nueva línea de especulación sobre el punto de vista de la historia. Todo el tiempo se asume que es el de Fenwick, pero en la sección final algo más entra en juego. De hecho, ¿qué hacer con esa última línea?: «En la brisa, una ramita de hiedra golpeó ociosamente contra el cristal de la ventana. Era una hermosa mañana.» Una imagen tan común y, sin embargo, tan extrañamente amenazante. Al final, no sabemos más que al comienzo de la historia. Lo que parecía seguro se ha visto socavado. De hecho, cuanto más de cerca se examina la historia, más frágil se vuelve. Lo que inicialmente parecía tener sentido ya no encaja del todo, pero no está claro por qué podría ser así. Y ahí, en ese hueco donde las cosas no terminan de tener sentido, reside la exquisita rareza de El Tarn. Lo que parece tan ordinario, tan sencillo, se vuelve cada vez más extraño a medida que uno profundiza en ello. Lo cual nos lleva de vuelta a Wordsworth, tal vez, y esas «formas enormes y poderosas que no viven como los hombres» [ver: Tulpas, Seres Interdimensionales y una teoría sobre el Horror] Análisis de: El Espejo Gótico http://elespejogotico.blogspot.com/2022/03/el-tarn-hugh-walpole-relato-y-analisis.html Texto del relato extraído de: http://elespejogotico.blogspot.com/2022/03/el-tarn-hugh-walpole-relato-y-analisis.html Musicas: - 01. PGM Misterio Autor: Antonio Muñoz Guirado en colaboración con Jim Bryan y Brendan Brown - Cedida en exclusiva para este programa de Relatos de Misterio y Suspense. -02. Música de terror (sin copyright) - Creepypasta Aftermaths. Nota: Este audio no se realiza con fines comerciales ni lucrativos. Es de difusión enteramente gratuita e intenta dar a conocer tanto a los escritores de los relatos y cuentos como a los autores de las músicas. Escucha el episodio completo en la app de iVoox, o descubre todo el catálogo de iVoox Originals
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