“El que en él cree, no es condenado” (Juan 3:18a)
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Meditación
“El que en él cree, no es condenado” (Juan 3:18a)
En este versículo, nuestro Señor muestra a Nicodemo otra cosa “celestial”. Expone los privilegios de creer y el peligro de no creer en el Hijo de Dios. Nicodemo se ha dirigido a Él como maestro “venido de Dios”. Y Él quiere que Nicodemo sepa que es el Altísimo y el Santísimo, que creer en Él supone la vida eterna mientras que, no creer en Él, la destrucción eterna. Los hombres tenían ante sí la vida o la muerte. Si creían en Él y lo recibían como el Mesías, se salvarían. Si no creían, morirían en sus pecados.
La expresión “el que en él cree” merece particular atención. Es la tercera vez en cuatro versículos que nuestro Señor habla de “creer” en Él y de sus consecuencias. Muestra la inmensa importancia de la fe en la justificación del pecador. Es aquello sin lo cual no se podría tener la vida eterna. Muestra la asombrosa misericordia del Evangelio y cuán admirablemente se ajusta a las necesidades de la naturaleza humana. Un hombre puede haber sido el peor de los pecadores, pero con solo “creer” es perdonado de inmediato. En último lugar, pero no por ello menos importante, muestra la necesidad de tener ideas claras e inequívocas con respecto a la naturaleza de la fe salvadora y la importancia de mantenerla completamente independiente de cualquier obra en la cuestión de la justificación. La fe, y únicamente la fe, hace tener parte en Cristo. Por paradójico y desconcertante que suene, es completamente cierto el viejo dicho de los tiempos de Lutero: “La fe que justifica no es la que incluye obras de caridad, sino la fe que se aferra a Cristo”.
La expresión “no es condenado” equivale a decir “es perdonado, absuelto, justificado, eximido de toda culpa, liberado de la maldición de una ley quebrantada, no contado ya como pecador, sino reconocido como perfectamente justo a los ojos de Dios”. Considérese sobre todo que la frase está en presente. No se dice que el creyente “no será condenado en el último día”, sino que “no es condenado”. En el mismísimo momento en que un pecador cree en Cristo, se quitan sus iniquidades y se le cuenta como justo:
“De todo aquello de que por la ley de Moisés no pudisteis ser justificados, en él es justificado todo aquel que cree” (Hechos 13:39).
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